Cuatro días y contando…El presidente de México no da señales de existencia, ni siquiera un video o por lo menos una foto, bueno, ni un mensaje en sus redes sociales y eso de suyo es muy preocupante, toda vez que es un comunicador por antonomasia y un político que gusta de estar a diario en los reflectores aunque sea para contar historias de Don Gato o fustigar a algún líder de opinión.

Cuando algunos medios de comunicación, particularmente los del Estado llenaban sus espacios con la información emanada de las mañaneras, ahora no saben qué hacer para defender la postura del gobierno en los temas de coyuntura y de gran calado, en donde, por supuesto, la realidad los ha rebasado.

La titular de gobernación, Olga Sánchez Cordero, solo es un remedo del dueño del púlpito de Palacio Nacional. Y no lo decimos en mal plan, sino solamente para señalar algo que es evidente. La invención de las mañaneras para decir mentiras, medias verdades, cortinas de humo, atacar, dividir y en general, imponer los temas de la agenda nacional, es una creación de López Obrador y solo él podría representar el papel a la perfección.

Nadie del gabinete y colaboradores cercanos podrían llevar a buen puerto ese papel. Luego entonces, ¿por qué se siguen realizando? Bueno, primero, para no claudicar de los espacios informativos que ya tienen apropiados; segundo, para contrarrestar en medida de lo posible el embate de los ‘conservadores’; y tercero, para dar la sensación de que el gobierno sigue trabajando y no hay ‘vacíos de poder’.

Sin embargo, cuatro días de ausencia del titular del Ejecutivo federal es preocupante porque si bien es cierto que poco hace para remediar la crisis médica y sanitaria derivada de la pandemia, también es una realidad que esa ausencia no solo ha puesto nerviosos a todos los miembros de ese bodrio que se autonombró la cuarta transformación, sino que en la víspera de las elecciones intermedias, el activo más importante de Morena está ausente por no decir desaparecido, de la pista electoral.

Cada vez hay más voces que dicen que el mal que aqueja al primer mandatario no es derivado del contagio por Covid-19, sino de otra enfermedad más grave que le impide salir a saludar desde el balcón presidencial de Palacio Nacional, o por lo menos subir una fotografía a las redes sociales, que muestre su estado de salud.

Preocupa la ausencia del presidente en las tareas relevantes que debe cumplir cotidianamente, más en momentos considerados de ‘guerra’, en donde el embate del Covid-19 y la ineficiencia del actual gobierno tiene postrada a la economía a niveles negativos del PIB de menos 9 por ciento y la inseguridad pública en aumento, no obstante el confinamiento en el que están millones de mexicanos.

Las mortandad por el Covid-19 es de tal nivel que, con las cifras presentadas por el Inegi, ya rondan en 186 mil mexicanos fallecidos, aunque cálculos más elaborados hablan de por lo menos el doble de decesos y lo más grave es que no hay visos, ya no digamos de solución, sino de contención en la tendencia de muertes.

Los fuegos artificiales que se lanzaron al aire para anunciar la llegada de las vacunas anti-Covid y de que el país estaba en el top ten de países con ese privilegio, se esfumó al conocerse los pormenores y la triste realidad de transacciones económicas para adquirirlas y que a la postre resultó que no había nada, solo algunas vacunas para un país que rebasa los 126 millones de habitantes y un compromiso por adquirir 24 millones de vacunas patito, de procedencia rusa.

La enfermedad del presidente es más grave, mucho más de lo que nos hacen creer la secretaria de gobernación y los voceros de salud, por ello es menester un parte médico que dé cuenta del real estado de salud del mandatario y no un mensaje del vocero presidencial.

FUENTE: EL FINANCIERO

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